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El muro es casi un dato menor


La ferviente polémica provocada por el muro de San Isidro mostró, una vez más, la impotencia de la actual economía conceptual progresista (blanca, negra, ultravioleta, infrarroja, o lo que sea) para dar un debate real sobre la seguridad pública.


(10/04 - La Barbarie) La patética discusión muro sí/muro no, es el resultado de la caducidad del lenguaje con el que se pretende avanzar en la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Pero además, tomando el caso concreto, la discusión en torno al muro pasa a años luz del núcleo de la cuestión. Dicho directamente: el muro es un dato casi menor. Y lo es por dos razones:

a) el muro que quería construir el municipio no es sino un paso más en el aumento de la escala del amurallamiento que empieza con el de la casa individual y sigue con el barrio privado. El hecho de que lo construya una institución pública no cambia las cosas. Las instituciones públicas autorizan, y en muchos casos fomentan, la construcción de barrios amurallados. Por otra parte, nadie hace mucho ruido por el muro policial-electrónico que la Prefectura Naval (dependiente del mismo Ministro que critica a Posse y a quien bancamos y seguiremos bancando) ha montado desde hace largo tiempo en Puerto Madero. El muro en realidad es la manera más torpe de consolidar el verdadero problema que es

b) la inscripción territorial de la polarización social bajo la modalidad de la segregación espacial. San Isidro, que en el imaginario tuerto representa la tierra de los que ganaron (antes asentados cerca del río y en los noventa cerca de la panamericana), en realidad debería ser un símbolo de la polarización social que puede existir incluso a escala de partido. (La Cava y La Horqueta o Las Lomas son un ejemplo de esto. Vicente López es socialmente mucho más homogéneo). Pero lo importante es que cuando la segregación se realiza a una escala lo suficientemente grande (digamos, como en este caso, dos o tres barrios parejamente ricos) y sin la amortiguación que provee la presencia de barrios de clase media o ciertas barreras arquitectónicas preexistentes, la voluntad de consolidar la frontera socioespacial con algo parecido a un muro empieza a ser “razonable” en términos político electorales.

El problema entonces, no es tanto si se construye o no un muro (no hace falta decir que estamos en contra) sino cómo se elimina la existencia de fronteras socioespaciales mientras se encara la tarea de terminar con la polarización social que las provoca.

PD: Obviamente no es este el momento, pero en un futuro no muy lejano tocará discutir por qué la cantidad récord de viviendas populares construida en estos últimos años se encuentra en muchos casos separada de la trama urbana preexistente. Es claro que hacer casas populares en serie y todas juntas tiene ventajas económicas y sociales (dado que preserva la red social de los habitantes, sobre todo cuando participan cooperativas). Pero hacerlas todas juntas separadas de la ciudad o del pueblo no parece recomendable…

Publicación original: La Barbarie

 
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