Provincia

“Puede decir que dejó el barco más o menos enderezado, pero con una bodega llena de esclavos”


Fernando Navarro es uno de los emergentes que ha comenzado a proyectar el kirchnerismo a nivel provincial. Un hombre vinculado a los movimientos sociales, del Evita, cuestiona amargamente el costo que la sociedad pagó para el orden impuesto por Duhalde en el 2001.


El diputado provincial Fernando “Chino” Navarro cuestionó duramente la candidatura de Eduardo Duhalde, recordando que cuando Néstor Kirchner asumió, “heredó la política de Eduardo Duhalde, que fue la devaluación, la cual benefició a los exportadores, pero el costo fue el empobrecimiento más grande en toda la historia argentina”. “Duhalde fue un instrumento de esos grupos económicos”, aseguró el “Chino”, referente de primera línea del Movimiento Evita, en charla con el periodista Sebastián Premici, para la revista La tecla y la página web de la Agencia Paco Urondo.

¿Por qué todavía no pudo perforarse el núcleo duro de la pobreza y la marginalidad, a pesar de todas las políticas distributivas de los últimos siete años?
En 2003 no teníamos los instrumentos para llevar adelante todas las reformas necesarias, por eso hay que entender que las reivindicaciones sociales llevan su tiempo. El crecimiento económico en estos últimos años, con el interregno de 2009, por culpa de la crisis internacional más algunos errores nuestros, le llegó muy bien a las clases medias altas pero, de los sectores medios para abajo, el crecimiento no llegó de la misma forma. Sigue habiendo pobres, aunque mucho menos que antes. Sin embargo, en cualquier barrio de la provincia te encontrás con gente en la calle, hay movimiento. En Capital, se dice que a las siete de las tarde ya no se puede andar por el Conurbano, pero puedo asegurar que si cualquiera fuera a un barrio a las diez de la noche, se sorprendería por la cantidad de personas que hay en la calle. Es decir, hay plata, hay movimiento, pero siguen siendo pobres en función de las necesidades de una Argentina que creció.

¿Y qué falló para que la distribución no sea mayor?
En realidad, no hemos podido desmantelar la matriz económica. Primero, por las limitaciones de la propia etapa política. El kirchnerismo, más allá de lo que digan, nunca fue hegemónico. Nunca tuvimos una mayoría absoluta desde el punto de vista electoral. Nunca sacamos el cincuenta por ciento más uno de los votos. Y si lo hubiéramos obtenido, si no tenés una mayoría desde el punto de vista cultural, cotidiano, de la organización, de la política como instrumento, no puede cambiarse la matriz. Tenemos que ser capaces de empezar a delinear un país donde la Unión Industrial sea parte, delinear una nación donde Techint acepte ser parte, donde todos los trabajadores ganen bien, y que no haya más patrones de estancia. Estamos viviendo en el capitalismo, nadie pide el socialismo, aunque lo soñemos. Hablamos de un capitalismo un poco más solidario y sensato. Los grupos económicos argentinos no tienen esa idea de capitalismo. Esta es la asignatura pendiente. Para lograrlo, tenemos que construir poder y eso se logra en elecciones y con el trabajo de base. Debemos tener la audacia de poner al Estado al servicio de la construcción de ese poder de base, junto a las organizaciones sociales. Hay muchas ideas, pero nosotros somos parte de lo viejo, lo nuevo todavía no surgió. Estamos en un período de transición.
Desentrañar la matriz económica, ¿supone una etapa más relacionada con la puja del Gobierno con el Grupo Clarín o las AFJP o va más por el lado de un acuerdo económico y social?
No hay que descartar ningún instrumento. En una nación rica no puede haber pobres. Para que se entienda, si no se reparte la riqueza, los que viven en el country no van a poder salir. El triunfo cultural del neoliberalismo fue absoluto, porque hasta los que se oponían a Carlos Menem preferían apoyar la Convertibilidad. A Menem se lo podía cuestionar, pero el uno a uno era intocable. Cuando asumió Néstor Kirchner, heredó la política de Eduardo Duhalde, que fue la devaluación, la cual benefició a los exportadores, pero el costo fue el empobrecimiento más grande en toda la historia argentina. Nunca pasó tanta gente a la pobreza y de manera tan rápida como luego de la devaluación de 2002. Porque fue salvaje y pergeñada por los grupos económicos. Duhalde fue un instrumento de esos grupos económicos. Uno puede decir que dejó el barco más o menos enderezado, pero con una bodega llena de esclavos, en este caso de pobres. Cuando arrancó el gobierno de Kirchner, con una intención de voto del 22 por ciento, comenzó a construir poder.

Sin subordinarse al poder económico.
Sí, la primera definición fue que la política no estaba subordinada a los grupos económicos. La correlación de fuerzas era totalmente desfavorable, por eso las primeras peleas tuvieron que ver con los Derechos Humanos, la Corte Suprema o el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Eran posturas más políticas que económicas. Luego vinieron otras peleas, ya con Cristina, de corte económico: la estatización de las AFJP, ponerle límites a los grupos concentrados, la puja por la renta agraria, donde casi derrocan al Gobierno. Ahora, para profundizar el modelo, debemos encarar una reforma financiera y tributaria en serio, ponerle más límites a las empresas privatizadas. Debemos mejorar la calidad de vida de todos los argentinos, pero priorizando a los que aún están en la informalidad, mejorar sus ingresos para que estén a la par del crecimiento general de la Argentina. El hijo de una familia cuyo padre hace changas y la madre es una trabajadora doméstica, también tiene derecho de ir a la universidad. Es una pelea muy difícil, por eso hay que construir más poder popular, aunque mucha dirigencia sea reticente o no esté tan convencida. El desafío del movimiento nacional es ir al límite en lo político, como lo hacía Néstor.

¿Cuál es su lectura de lo ocurrido en Villa Soldati y Lugano?
La violencia existe en todo el mundo. Por ejemplo, en Italia se quemaron más de quinientos autos y, en París, más de cuatro mil. Hay problemas en todos lados, y la Argentina no está al margen. Además, debemos sumarle las tensiones propias. Si tenés millones de personas hacinadas, habrá tomas de tierra. Si no hubiera problema, no habría tomas. Obviamente, también hubo una movida de la derecha para incentivar el caos en Villa Soldati y Lugano. Con la idea de profundizar el modelo, hay que comenzar con las cosas importantes, salir de lo urgente. Por ejemplo, en el tema habitacional tenemos la idea de entregar un millón de lotes a bajo costo, sobre la hipoteca de ese lote, para los sectores más bajos, incluso para los que están en la economía informal. Hay seiscientas ciudades detectadas que tienen disponibilidad de tierras. En Cañuelas, San Vicente, La Matanza, Escobar y Moreno, hay tierras. Es un plan pensado a doce mil pesos el lote, diez metros por treinta, con apertura de calles, con cordón cuneta. La idea es de un compañero que se llama Inti Alpert. Esa plata implica también infraestructura, con la posibilidad de financiarse en diez o veinte años. Son casas con estructura de habitación semilla, es decir, que pueden crecer en módulos a medida que se necesiten. Como el lote va contra hipoteca, el proyecto puede hacerse con plata del Estado o privada. Y si ésta no es una buena idea, seguramente habrá otras.
Sin embargo, son ideas que en ningún momento se pusieron sobre la mesa de negociación entre el Gobierno nacional, el porteño y los habitantes de Soldati y Lugano.
El Gobierno nacional construyó más de quinientas mil viviendas desde que asumió Néstor Kirchner. Se levantaron mil escuelas también. En 2003, en la mayoría de los distritos del Gran Buenos Aires, el setenta por ciento no tenía agua ni cloacas. Eso se está revirtiendo. Lo que uno observa es que el Estado avanza aunque no puedan cumplirse todas las expectativas. Hace siete años, las expectativas de los que vivían en la Villa 20 o en Fiorito no era la vivienda, sino comer, o qué ingreso podían agarrar para sobrevivir o tener un laburito. El Gobierno desarrolló todos estos temas, dejó un piso mínimo de dignidad y hoy podemos decir que, de acá a 2015, aspiramos a que no quede ningún pobre.

¿Cree que el Poder Ejecutivo debería haber actuado de otra manera ante las tomas?
Cuando se produjo la represión en Villa Soldati por parte de los efectivos policiales que participaron de esos hechos, junto a la Policía Metropolitana, hubo un impasse demasiado largo, eso es verdad. Pero, ¿cuál fue la respuesta posterior de Cristina? Crear el Ministerio de Seguridad, y reafirmar que la Policía no puede ir con armas a una manifestación. Descabezó la cúpula de la Federal que, hasta el momento, no había cumplido las expectativas. Ésa es una autocrítica en serio. Cristina modificó su postura y avanzó, con el costo político que eso implica.

¿Quedó debilitado el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, a partir del manejo del conflicto en Villa Soldati?
Aníbal cumplió un rol central en el Gobierno, aunque pueda disentir con sus modales. Formalmente, quien manejaba la Policía era Julio Alak, aunque exista este análisis de que, en realidad, era Aníbal. Eso es relativo. No lo analizaría como un debilitamiento de Aníbal sino como la reafirmación de que la protesta social no puede ser criminalizada. Este debate lo venimos planteando desde hace años. Hay que desalojar sin armas de fuego, sin violencia y, para eso, hay que contar con una fuerza de elite. Y también hay que tener una fuerza de elite para casos donde haya situaciones de violencia más relacionada con la inseguridad. Lo importante no es si Aníbal quedó debilitado, sino que este Gobierno avance fiel a sus convicciones. Hay vastos sectores de la sociedad que están esperando que la Presidenta diga que se va a poner orden y mano dura. Cristina tiene la capacidad de ser más sutil.

Parte de esta idea de seguir hacia adelante, ¿tiene que ver con darle mayor importancia a los temas relacionados a la seguridad, como enviar seis mil gendarmes al Conurbano, o hay una lectura electoralista detrás de esa decisión?
Disiento con aquellos que dicen que no hay una política sobre seguridad. Los números de la Argentina, hoy, son inferiores a los de la década del noventa. Ocurre que, en aquellos años, los grupos mediáticos, y Clarín sobre todo, no amplificaban el tema. ¿Eso significa que no haya inseguridad? No. Hay inseguridad, porque hay fenómenos nuevos que antes no existían, como el paco. Por otro lado, hay una situación de recrudecimiento de la violencia en todo el mundo, y la Argentina no es la excepción. Tenemos que hacernos cargo de esto, que excede la política. Basta con ver lo que ocurre en un boliche, en una cancha de fútbol, no en la popular sino en la platea o en el Aeroparque, cuando dos señores -que no vienen de González Catán o de Florencio Varela-, se pelean por una valija. En este sentido, el Gobierno construyó ciudadanía. Cuando planteamos políticas activas de participación, es porque queremos evitar la parálisis y el miedo que nos quieren imponer. Con la parálisis y, luego, con la desinformación, es más fácil implementar salidas de derecha en detrimento de alternativas más complejas, como son la inclusión social, la comprensión y la solidaridad.

¿Como el discurso de Mauricio Macri?
El discurso del jefe de gobierno porteño es brutal y tilingo, expresa una idea clara: los pobres son mafiosos; los extranjeros, narcotraficantes; y ante una ocupación, hay que reprimir. Esa ola derechista se ve en todo el mundo. Sin ir más lejos, Barack Obama perdió las elecciones legislativas frente a esas posiciones, encarnadas en el Tea Party. Acá van a buscar un candidato fundamentalista que exprese esos valores de la edad media. Pero nosotros estamos en el siglo XXI. Tenemos que propiciar una sociedad más heterogénea, más plural. Cuando le das a los municipios fondos para que pongan cámaras en las calles, están cuidando la seguridad ciudadana. Y cuando construís mil escuelas, también. La inseguridad y la exclusión no se combaten sólo con más policías, sino con más educación, más trabajo. Al pibe de la esquina no lo sacás a las trompadas sino con más oportunidades. El tema es que no puede llegarse a todos los lados de una sola vez.

 
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